UNO Abril 2014

La Silente Revolución Energética

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Resulta de imprescindible lectura el papel (6.9.2013) de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), vinculada al Partido Popular, titulado “Implicaciones geopolíticas de la independencia energética de los Estados Unidos”. El trabajo, suscrito por tres especialistas como Pedro Mielgo, Presidente de Nereo GreenCapital, Florentino Portero, profesor de Historia Contemporánea de la UNED y Gerardo del Caz Esteso, ingeniero industrial y especialista en política energética, pone negro sobre blanco la gran novedad, casi inmediata, en el nuevo equilibrio geoestratégico: Los Estados Unidos, la gran potencia dual con China, dejará atrás la dependencia energética en torno a 2020 y los peajes económicos y políticos que conlleva.

Estados Unidos es el segundo consumidor de energía del mundo (8% de su PIB) con un gasto energético por habitante de 4.000 dólares en 2010. A finales de la década pasada, USA llegó a importar hasta el 60% de su consumo interior. A partir de 2025, la gran potencia estará en condiciones de exportar más combustibles fósiles de los que importará y se podrá convertir en un gran exportador de gas. Según los autores de este estudio, hay una férrea voluntad política tras esta especie de revolución silente, pero también la hay tecnológica: la fractura hidráulica (fracking), que consiste en inyectar agua y componentes químicos, a altísima presión, para romper las rocas que contienen abundantes reservas de gas Shell y, eventualmente, petróleo. Las autoridades norteamericanas y la propia sociedad del país, aun conscientes de los costes medioambientales de esta tecnología extractiva, la asumen para ganar la autosuficiencia energética, instancia de auto aprovisionamiento que alterará la política internacional con particular incidencia en áreas conflictivas del plantea como Oriente Medio, escenario en el siglo pasado y en este de enfrentamientos bélicos, amplios y localizados, en los que el factor energético ha sido una variable de extraordinario peso decisorio. EE.UU. está ya reduciendo aceleradamente el consumo de crudo procedente de esa región.

La suficiencia energética de Estados Unidos está prevista para 2020 e implicará un cambio económico y geopolítico radical que incidirá en Europa

China se comportará, en consecuencia, como el principal consumidor-importador energético y Europa dependerá –excluida la posibilidad de autosuficiencia– de los Estados Unidos en una medida muy superior a la actual, lo que le permitirá también reducir su dependencia de Oriente Medio de modo tal que la auténtica revolución, según los autores del citado trabajo, “se dará en el hemisferio occidental con la autosuficiencia estadounidense y la diversificación de fuentes de producción que significará para Europa”. Estados Unidos, así, dispondrá de un nuevo motor de crecimiento económico –no sin problemas– que arrastrará a un cambio de escenario mundial: será el primer productor de gas del mundo; uno de los mayores productores de petróleo y dispondrá de más recursos económicos que otros países para abastecerse en los mercados internacionales. No sólo eso: “tendrá la industria de extracción más avanzada e innovadora en lo que respecta a hidrocarburos con empresas competitivas y con tecnologías prácticamente exclusivas”. Los norteamericanos, además, siguen disponiendo de amplias reservas de carbón y apostando por la energía nuclear y las renovables.

La técnica extractiva del fracking ha aportado a USA nada menos que 600.000 empleos y aportado a su PIB 76.000 millones de dólares, de modo que los europeos no pueden obviar esta nueva realidad

A esta situación, el prestigioso analista español en cuestiones internacionales, Darío Valcárcel (ABC de 12.9.2013) la ha calificado de “momento transformador”, mientras otro analista –en este caso financiero– Daniel Lacalle (El Confidencial.com) abogaba en un ya célebre artículo por “Fracking sí, por favor” aduciendo que la prohibición de esta técnica extractiva sería “un suicidio” porque ponerla en marcha ahorraría a Europa nada menos que 900.000 millones en su objetivo de reducir importaciones y emisiones de CO2. No sólo eso: sucedería algo parecido a lo acontecido en EE.UU. en donde se han creado 600.000 puestos de trabajo y se ha aportado 76.000 al PIB. Según Lacalle –en versión no desmentida– “en España tenemos importantes reservas de gas pizarra, concentradas en regiones afectadas por un paro cercano al 30%”, y concluye con lógica aplastante que “el coste de la energía es todo”. Una de las claves de la cuestión quizá consista en la explicación –que junto a otras– ofrecía el financiero Marc Garrigasait (El Confidencial.com de 4.12.2013): “los europeos somos mucho más conservadores que los norteamericanos y, en el caso del fracking un ciudadano del Viejo Continente, ante la duda de posibles riesgos medioambientales, prefiere no iniciar el proceso. Justo al revés que en Estados Unidos, donde difícilmente se da la espalda a un proyecto que sea rentable económicamente. Si además de ser rentable para el sector privado, es estratégico para el país, entonces desaparecen las dudas por completo”.

02En Europa –aquejada de una gravísima desorientación energética en la composición de su mix, con altas retribuciones a las renovables a las que se ha brindado prioridad en el acceso al sistema y como consecuencia de ello con un encarecimiento de su tarifa, tanto doméstica como industrial– los titubeos ante la indagación de nuevas técnicas de extracción como el fracking son continuos. El Reino Unido ha ofrecido el 64% de su territorio (un centenar de licencias) para emplear esta tecnología y buscar gas (El País de 18.12.2013), mientras en España las comunidades autónomas se niegan a conceder autorizaciones extractivas. Los precios de la energía, sin embargo, “aceleran el declive industrial de la UE” como explicó con gran pedagogía Mariano Marzo, catedrático de la Universidad de Barcelona en La Vanguardia de 17.11.2013, explicando cómo en la Unión Europea el gas industrial es el triple de caro que en EE.UU. y la electricidad, el doble.

La constatación de que Europa ha realizado una apuesta cara y problemática por las energías limpias está conduciendo a empresas y gobierno a lo que el analista empresarial y financiero del diario El País, Miguel Ángel Noceda, denominó “el fracking de la discordia” (8.9.2013) porque las consecuencias medioambientales de esta técnica comienzan a movilizar a amplios colectivos. En España, no sólo en Cataluña, sino también en Cantabria –región en la que se supone podría haber abundancia de gas Shell lo mismo que en Castilla y León y el País Vasco, aunque todavía no existen comprobaciones terminantes– las renuencias a esta técnica extractiva se consideran muy altas por su impacto ambiental.

Se plantea un reto con intereses ahora contradictorios: la extracción energética por fracking y la sostenibilidad medioambiental del planeta. Es todo un desafío que los norteamericanos han resuelto

Esta es pues la silente revolución energética –no ha alcanzado aún debates de opinión pública mayoritarios– que incidirá sobre los sistemas de extracción en países emergentes con grandes fuentes de recursos energéticos fósiles, que alterará el equilibrio geoestratégico planetario, que hará más dual la hegemonía económica mundial (EE.UU. y China, y muy por detrás, Rusia) y que obligará a Europa a plantearse sus prioridades y el modo de acometerlas, especialmente su política en el ámbito de las renovables, la energía nuclear (Alemania ha iniciado un vuelco mientras Francia sigue siendo un país nuclearizado) y los mix energéticos de los países de la Unión. Estamos ante un desafío de gran porte en el que juegan intereses hasta ahora contradictorios: la obtención de energía y la sostenibilidad medioambiental del mundo. Todo un desafío.

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