UNO Julio 2014

La diplomacia telefónica de la Casa Blanca

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El primer ocupante de la Casa Blanca que descolgó un teléfono –Rutherford B. Hayes, el 29 de junio de 1877– solamente podía hablar con el vecino Departamento del Tesoro. No existían ni operadoras ni centralitas y el sonido era pésimo pero el entonces presidente de Estados Unidos no dudó en calificar a ese nuevo ingenio como algo “maravilloso”. Más de un siglo después, esa misma tecnología actualizada a la era digital se ha convertido en una herramienta imprescindible para ejercer la llamada diplomacia telefónica de la Casa Blanca.

En la tarde del 1 de marzo de este año, el presidente Obama alcanzó una llamativa plusmarca telefónica al invertir 90 minutos ((The White House, “Readout of President Obama’s Call with President Putin”. 1 de marzo 2014- <http://www.whitehouse.gov/the-press-office/2014/03/01/readout-president-obama-s-call-president-putin>  [Consultado a 15-5-2014].
)) en una tensa conversación con Vladimir Putin antes de materializarse la anexión rusa de Crimea. A lo largo de lo que se considera como la crisis más complicada desde el final de la Guerra Fría, la Casa Blanca y el Kremlin han conectado en media docena de ocasiones, dentro de un maratón telefónico motivado por Ucrania que se ha extendido con diferentes frecuencias a los máximos responsables políticos de Alemania, Gran Bretaña, Francia, China, Canadá, Estonia, Italia, Japón, Kazajstán, Letonia, Chipre, Polonia y España. En todo este proceso, no ha pasado desapercibido que precisamente en la era de Internet, el teléfono resulte todavía una herramienta imprescindible para el manejo de crisis internacionales.

El teléfono, una tecnología del siglo XIX, tiende a convertirse en la herramienta más utilizada por los presidentes de Estados Unidos durante crisis internacionales

La justificación más pragmática para esta prevalencia de un sistema de comunicación originario del siglo XIX es que no todos los países disponen de sofisticadas alternativas audiovisuales como el SVTC (Secure Video TeleConference). Junto a la casi universalidad del teléfono, su uso diplomático se justifica también por las ventajas asociadas a la voz humana. Tal y como ha explicado un antiguo alto cargo de la Casa Blanca ((Oliver Knox, “How a presidential phone call gets made”. Yahoo News. 17 de marzo 2014.
<http://news.yahoo.com/how-the-president-makes-a-phone-call-212133128.html> [Consultado a 17-5-2014])), la conversación telefónica “es inmediata, relativamente fácil de conectar y asegurar, y al mismo tiempo es muy personal”. De hecho, para aumentar esa deseada sensación de acercamiento se suele evitar el uso de altavoces.

Sin necesidad incluso de traducción, habría ocasiones en las que el sonido directo facilita el enorme reto de comunicarse con efectividad en cuestiones esenciales, avanzar detalles en delicadas negociaciones y forjar vínculos más allá de distancias geográficas y diferencias culturales. Aunque también existan límites a la hora de suplir las carencias individuales que cada presidente pueda tener en cuestiones intangibles de empatía, liderazgo y persuasión.

Antes de llegar al ceremonial Please hold for the President, la Casa Blanca realiza toda clase de preparativos al margen de la mitología del teléfono rojo inventada por Hollywood en la Guerra Fría

En la Casa Blanca, todos estos ejercicios de diplomacia telefónica están coreografiados hasta el mínimo detalle. Antes de llamar, el presidente recibe un dossier elaborado por el Consejo de Seguridad Nacional que incluye una semblanza confidencial del interlocutor y un elaborado resumen de la agenda bilateral. En casos como el de China, una de estas llamadas obliga a empezar por reiterar de forma sumaria toda la política oficial de Estados Unidos hacia Pekín.

Las conversaciones suelen realizarse con la asistencia de un equipo de traductores y ayudantes. El ceremonial incluye una especie de cuenta atrás y la famosa frase de introducción: Please hold for the President. Con todo, pese al empeño por mantener siempre un tono educado y distendido, algunas veces la conversación puede degenerar en lo que diplomáticamente se conoce como un “franco y cándido” intercambio de puntos de vista.

08Desde el escándalo Watergate no se graban estas conversaciones, pero para consumo interno se elabora una transcripción informal. Por ejemplo, en el libro publicado por Bob Woodward ((Bob Woodward, Plan of Attack, New York, Simon & Schuster, 2004, pp. 241, 382, 403.
)) en 2004 aparecen detalles de algunas deliberaciones sobre el uso de la fuerza contra Irak mantenidas por el presidente George W. Bush y el presidente del Gobierno español, José María Aznar. Sin embargo, con diferencia, la conversación telefónica más trascendental de la Casa Blanca con Moncloa habría sido la apremiante advertencia financiera planteada por Obama a Zapatero en la primavera de 2010.

Herbert Hoover fue el primer ocupante de la Casa Blanca en tener un teléfono sobre su escritorio en el despacho oval. En la actualidad, el aparato en cuestión suele estar guardado en un cajón del lado izquierdo del histórico Resolute desk. Y, por supuesto, no es de color rojo. Esa peliculera hotline es una invención de Hollywood ((Tom Clavin, “There Never Was Such a Thing as a Red Phone in the White House”. Smithsonian.com. 19 junio 2013.
<http://www.smithsonianmag.com/history/there-never-was-such-a-thing-as-a-red-phone-in-the-white-house-1129598/?no-ist>
[Consultado a 19-5-2014].
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basada en la conexión con ayuda de teletipos encriptados que se estableció entre el Pentágono y el Kremlin tras los graves problemas de comunicación directa sufridos durante la crisis de los misiles cubanos.

Desde el 1 de enero del año 2008, se utiliza un nuevo sistema de fibra óptica que permite un intercambio confidencial de correos electrónicos entre ordenadores especiales. Su correcto funcionamiento se comprueba cada hora durante todos los días del año. En tiempos un poco más distendidos, el presidente Obama llegó a permitirse en 2010 la broma de que Twitter algún día podría convertirse en la nueva conexión directa entre Moscú y Washington.

Pedro Rodríguez
Columnista de Política Internacional y analista para diferentes medios
Ha trabajado durante veinte años como corresponsal del diario ABC en Washington. Ahora es columnista de Política Internacional y analista para diferentes medios. Premio extraordinario fin de carrera, becario Fulbrigth y Máster en Relaciones Internacionales y Mass Media por la Universidad de Georgetown, además de cursos en la Escuela Diplomática de Madrid y en la School of Advanced International Studies (SAIS) de la Universidad Johns Hopkins. Su tesis doctoral en la Universidad Complutense está dedicada a la comunicación política de la Casa Blanca. Ejerce como profesor asociado en el Centro Universitario Villanueva y del Máster ABC-UCM.

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