UNO Diciembre 2013

La Alianza del Futuro

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Tras varias décadas de avances hacia una mayor apertura de sus mercados a la economía global, los presidentes de cuatro países latinoamericanos firmemente comprometidos con la apertura de sus economías al mundo –Chile, Colombia, Perú y México– cayeron en cuenta de que, sin proponérselo, al firmar tratados bilaterales de libre comercio entre ellos, habían dado origen a una zona de libre comercio cuyo tamaño la convertía en el sexto mayor mercado mundial, con un PIB conjunto de cerca de 3 mil millones de dólares (PPP), comparable en tamaño al alemán. Ella había surgido como resultado, tan natural como imprevisto, de la firma de tratados de libre comercio bilaterales entre estos cuatro países. La oportunidad de construir a partir de esta nueva realidad estaba mirándolos en la cara. Ni corto ni perezoso, el presidente peruano Alan García invitó a los otros tres mandatarios a usarla como punto de partida de un proyecto de integración profunda de estas cuatro economías. El llamado, rápidamente acogido por sus contrapartes, los llevó a oficializar esta nueva realidad en abril de 2011 y bautizar el proyecto con el nombre de Alianza del Pacífico.

La decisión hacía todo el sentido del mundo. La visión de un mercado de cerca de 200 millones de consumidores, con un ingreso per cápita de casi 15 mil dólares en promedio (PPP), libre de trabas al comercio y comprometido con la libre circulación de personas y capitales, prometía capturar la atención del mundo. Una integración comercial más plena debía también aportar dinamismo a sus economías y facilitar el desarrollo de empresas nacionales interesadas en proyectar sus actividades más allá de sus fronteras. Su posición negociadora ante otros bloques económicos, en particular aquellos situados en la dinámica cuenca del Pacífico, se vería fortalecida. Un proyecto común que apuntara a profundizar y armonizar las reformas liberales que habían dado nuevo vigor a sus economías prometía además actuar de contención contra las tentaciones populistas que históricamente han seducido a los países de la región a lo largo de su historia, con nefastas consecuencias.

La Alianza del Pacífico nació casi espontáneamente de la firma de acuerdos de libre comercio bilaterales entre sus cuatro países fundadores

¿Tendrá este nuevo esfuerzo integracionista el triste destino de una larga lista de iniciativas que al final no prosperaron, tales como la difunta Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, el Pacto Andino o el Mercosur? La evidencia apunta en sentido contrario. En primer lugar, la Alianza del Pacífico es un esfuerzo pragmático que surge del reconocimiento de una realidad preexistente y no de un sueño inasible. Otra consideración importante es que el criterio de admisión al grupo en este caso no es geográfico sino institucional, lo que garantiza una relativa unidad de visión entre sus miembros: de éstos se exige sólo adherir a los principios de libertad política y económica que inspiran al proyecto. Lo que a primera luz podría parecer una debilidad –el pequeño número de países miembros– es de hecho una fortaleza: la capacidad de generar consensos y de coordinación efectiva tiende a ser mayor en grupos pequeños. Notablemente, la voluntad política de avanzar en la dirección acordada se ha mantenido incólume a pesar de los cambios de gobierno en los países miembros. Su aversión por el tipo de esquemas proteccionistas que caracterizaron a sus antecesores, completamente desfasadas de las realidades de la economía globalizada del siglo XXI, es otra señal auspiciosa. También lo es su aversión a las estructuras burocráticas de gobierno supra-regional, como se refleja en su adopción de mecanismos de colaboración más informales, ligeros y ágiles.

raulrivera_1Los avances logrados en el poco tiempo transcurrido desde su creación refuerzan la idea de que esta es una Alianza con futuro. Los miembros han acordado eliminar una serie de gravámenes aduaneros que aún subsistían, al punto que a corto plazo el 92% de los productos quedará libre de arancel aduanero y otro 7% quedará completamente desgravado en un plazo de entre 3 y 7 años, con lo cual sólo un 1% tendrá plazos de desgravación más largos, en línea con lo pactado por los TLCs firmados con los Estados Unidos, que contemplan una cláusula de nación más favorecida, por lo que el desgravamen de ese remanente hubiera sido automáticamente extendido a los Estados Unidos de haber sido adoptado antes de plazo. Se está avanzando también en la armonización de las políticas de contratación pública, para que proveedores de otros países miembros puedan vender a sus gobiernos productos y servicios en condiciones de igualdad con proveedores nacionales. Varios países están abriendo embajadas y oficinas comerciales juntos y promoviendo la inversión extranjera juntos, como ocurrió en un reciente encuentro de los mandatarios de los países miembros en Nueva York. En paralelo, los tres países sudamericanos de la Alianza, junto a Ecuador y Bolivia, han iniciado negociaciones para interconectar sus sistemas eléctricos y avanzar en la armonización de sus regímenes regulatorios, con miras a estructurar un mercado integrado de energía eléctrica entre los miembros. El concepto es promisorio: mientras Chile enfrenta un grave déficit de generación eléctrica, Colombia tiene un importante superávit. En el contexto de la Alianza, se ha creado un Consejo Empresarial que ha empezado a elaborar propuestas para extender el proyecto a nuevas áreas, como por ejemplo acuerdos tributarios que faciliten la fusión de empresas de países miembros del bloque, de manera de asimilar su tratamiento fiscal a la de las fusiones domésticas. Y los miembros han avanzado en la integración de sus mercados bursátiles con la reciente creación del MILA (Mercado Integrado Latinoamericano). En resumidas cuentas, se trata como mínimo de un comienzo auspicioso.

Innovación y emprendimiento prometen ser ejes comparables al carbón y el acero en la Comunidad Europea

El mundo así lo ha reconocido. A la fecha 20 países se han sumado como observadores, entre ellos países latinoamericanos como Costa Rica, Panamá y Guatemala que aspiran a incorporarse eventualmente como miembros plenos. El índice de potencial de inversión extranjera directa (IED) elaborado por la UNCTAD sitúa al bloque en el primer cuartil a nivel mundial. No es de extrañar: los países miembros captaron más de la mitad de la IED acumulada en la región durante los últimos 12 años.

El siguiente paso es identificar áreas de colaboración entre los miembros que den un sentido trascendente al proyecto y permiten a los miembros aunar fuerzas en torno a una visión común del futuro. En el caso europeo, esa visión es la que dio origen al proyecto comunitario: la integración de las industrias clave del carbón y del acero, para lograr una mayor eficiencia económica y volver más difícil el inicio de conflictos bélicos entre los países miembros. La Alianza ya parece haber encontrado un norte equivalente: la integración de sus esfuerzos en materia de innovación y emprendimiento, especialmente en el ámbito educativo. El presidente mexicano Peña Nieto los designó como los ejes para la integración y modernización de América Latina en la reciente cumbre iberoamericana. Ello debería empezar a concretarse con la firma de una serie de acuerdos en la Cumbre de Innovación y Emprendimiento de la Alianza, a realizarse en Santiago de Chile a finales de año.

De materializarse esta línea de pensamiento, la Alianza no sólo tendrá un futuro muy auspicioso como bloque económico, sino que podría terminar convirtiéndose  en el “núcleo duro” de un proceso de integración regional que en las próximas décadas haga realidad el sueño de Miranda, Bolívar y San Martín: una América Latina unida que asume un lugar protagónico en el escenario mundial. Esa sí que sería una Alianza con futuro.

Raúl Rivera
Autor de “Nuestra Hora: Los Latinoamericanos en el Siglo XXI” y Fundador de la Fundación Avonni
Autor de “Nuestra Hora: Los Latinoamericanos en el Siglo XXI” (Pearson), un libro que derriba numerosos mitos sobre América Latina y llama a los latinoamericanos a unir fuerzas en torno a un proyecto regional a la altura de sus posibilidades. Fundador de la Fundación Avonni, que otorga los Premios Nacionales de Innovación junto al gobierno chileno, de la Fundación Mentores por Chile y de TNX, la empresa líder de Telecom Expense Management en América Latina, es también director de Principal en América Latina. Durante los años 80 y 90, lideró la expansión de Boston Consulting Group (BCG) en San Francisco, Iberia y América Latina. @raulriveraa

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