UNO Abril 2014

El ‘software’ y el ‘hardware’ de la economía

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Si se le preguntaba a un economista qué es lo que hace a un país más rico que otro contestaba que los denominados “factores de la producción”: si el país tiene capital físico (recursos naturales), capital humano (buena educación), capital tecnológico (I+D+i), capital financiero (reservas) y buena geografía (no es lo mismo ser un desierto que tener amplias costas). A ello se le puede denominar el hardware de la economía. En los últimos años, a esa versión sobre la situación de un país los economistas le han añadido el software, que es la calidad del marco normativo: tener buenas instituciones. Uno de los últimos libros de referencia que han sido publicados sobre este asunto es el de Acemoglu y Robinson, tantas veces citado (Por qué fracasan los países, editorial Deusto).

América Latina son tres regiones distintas: Sudamérica, Centroamérica y el Caribe. Mucho más en la primera región que en las otras dos (aunque la tendencia sirve para el conjunto) en la última década se ha experimentado un muy significativo proceso de movilidad social. En términos generales, ese proceso tiene tres características complementarias: primero, la pobreza moderada disminuyó de más del 40% de la población a alrededor de un 30%; segundo, la mayoría de los pobres que ascendieron no se integraron directamente en la clase media sino que pasaron a formar parte de un grupo situado entre los pobres y la clase media, que el Banco Mundial ha calificado como “la clase de los vulnerables” y que en estos momentos constituye la clase social más numerosa de la zona (es una clase muy inestable porque dependiendo de la coyuntura sus componentes vuelven a la clase baja o se instalan en la clase media). Por último, la clase media creció mucho: de 100 millones de personas en el año 2000 a más de 150 millones en la actualidad.

La posesión de los recursos ha de complementarse con la fortaleza de las instituciones que los explotan

Entre las razones de esa intensa movilidad social adquiere una especial importancia el capital físico, los recursos naturales que posee; entre ellos, un tercio de las reservas de agua dulce y el 12% de la superficie cultivable del mundo; un tercio de la producción mundial de bioetanol, cerca del 25% de biocombustibles y el 13% de petróleo; el 65% de las reservas de litio, el 49% de las de plata, el 44% de las de cobre, el 33% de las de estaño, el 32% de molibdeno, el 26% de bauxita, 23% de níquel, 22% de hierro y el 22% de las de zinc; el 48% de la producción social de soja; el 21% de la superficie de bosques naturales, abundante biodiversidad, etcétera.

05La explotación de esta riqueza, que tanto buscan otras zonas del mundo deficitarias en la misma, requiere mejorar otras debilidades de la zona: los países se enfrentan al reto de captar e invertir eficientemente las rentas extraordinarias obtenidas por los recursos naturales, con criterios de sostenibilidad social (dado que mantienen los extraordinarios niveles de desigualdad) y ambiental (creciente sensibilidad en todo el territorio ante los efectos del cambio climático). Y es aquí donde aparece de nuevo el software de la economía de la región, las instituciones. Según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), organismo de las Naciones Unidas, América Latina requiere también un fortalecimiento institucional para conseguir al menos cuatro objetivos: una mayor progresividad en la participación del Estado en la captación de rentas por explotación de recursos naturales durante los ciclos de auge, dada la magnitud y persistencia del actual ciclo de precios internacionales de los bienes primarios; preservar, al mismo tiempo, el dinamismo de la inversión privada en recursos naturales, evitando la competencia fiscal entre los países de la región; inversión pública eficiente de las rentas obtenidas en campos como la educación, sanidad, infraestructuras, I+D+i, y su distribución equitativa entre niveles de gobierno y grupos sociales; y, por último, institucionalizar el manejo macroeconómico anticíclico frente a la volatilidad de los ciclos de precios internacionales y los flujos de capital. La eficiencia y la cohesión social van de la mano.

El desarrollo de los recursos debe ser sostenible en lo social (limitar la desigualdad) y en lo ambiental (cambio climático)

En resumen, dada su pujanza en la posesión de amplios recursos naturales, América Latina tiene una oportunidad inédita si se institucionalizan los mecanismos para el manejo macroeconómico frente a la volatilidad de los ciclos de precios internacionales, con tres cauciones: una política activa de desarrollo que permita mayores encadenamientos para que las empresas de recursos naturales sean motores de convergencia productiva; una mayor progresividad en la participación del Estado en las rentas de explotación de los recursos; y mejorar la gestión pública de los conflictos medioambientales que están surgiendo.

No hay buen hardware sin buen software.

 

Joaquín Estefanía
Director de la Escuela de Periodismo UAM/El País
Periodista y economista. Fue director del periódico El País entre 1988 y 1993 y ha sido director de Opinión del mismo. Dirige desde hace ocho años el Informe sobre la Democracia en España de la Fundación Alternativas. Es autor de una docena de libros, el último de los cuales es La economía del miedo. Actualmente, dirige la Escuela de Periodismo de la Universidad Autónoma de Madrid/El País y la Cátedra de Estudios Iberoamericanos Jesús de Polanco.

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