UNO Noviembre 2014

Cambiar para garantizar un proyecto con porvenir

 

En Veracruz las Cumbres Iberoamericanas habrán conocido su vigésimo cuarta edición consecutiva. De forma anual e ininterrumpida desde 1991 se han reunido los jefes de estado y de gobierno de todos los países iberoamericanos en lo que rápidamente se constituyó en una fórmula exitosa. Ésta es la última oportunidad en que se mantiene la periodicidad anual. A partir de la próxima Cumbre (Colombia, 2016) los encuentros serán bienales.

El cambio tiene que ver con cuestiones más profundas vinculadas a la necesidad de modernizar tanto el funcionamiento de las Cumbres como la organización de la SEGIB (Secretaría General Iberoamericana). Su pertinencia se explica por la gran expansión que en los últimos años conoció la llamada diplomacia de Cumbres, especialmente en América Latina, pero también por la necesidad de preservar un espacio de gran potencialidad.

Las Cumbres Iberoamericanas permitieron un contacto periódico, regular y directo de los mandatarios latinoamericanos cuando no había foros semejantes

El éxito inicial del proyecto descansó sobre causas coyunturales y estructurales. Entre las primeras destacaría dos, relacionadas entre sí. En primer lugar, tras el fin de la Guerra Fría pareció que el multilateralismo se instalaba en el mundo de forma decidida. En este contexto, la emergencia de propuestas como la de las Cumbres Iberoamericanas, que vinculaba un gran número de países de dos continentes, tenía una excelente acogida. Entre otras cuestiones, las Cumbres permitieron un contacto periódico, regular y directo de los mandatarios latinoamericanos cuando no había foros semejantes.

La caída del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética impulsó procesos de democratización en Europa Oriental y se planteó la posibilidad de que Cuba siguiera un camino similar. Por aquel entonces el gobierno de La Habana estaba prácticamente aislado de América Latina. Las Cumbres Iberoamericanas, que no ponían ninguna limitación a la participación de sus potenciales miembros, eran el ámbito adecuado para que Cuba iniciara la normalización de sus relaciones regionales. De ahí que Fidel Castro fuera un actor protagónico junto con el Rey Don Juan Carlos.

A comienzos del siglo XXI las cosas comenzaron a cambiar. En América Latina se multiplicaron las Cumbres regionales o subregionales al mismo tiempo que surgían nuevas instancias de integración. Y en la medida que Cuba normalizaba sus relaciones con la región y participaba de buena parte de sus instancias diplomáticas las Cumbres Iberoamericanas fueron perdiendo importancia para su diplomacia.

Desde el punto de vista estructural habría que destacar la fortaleza de una relación sostenida por dos lenguas compartidas, el portugués y el español, a lo que se une un largo período histórico de convivencia y el desarrollo de culturas con múltiples zonas de contacto. Y por si todo esto fuera poco lazos personales, familiares y sociales muy potentes, asentados en procesos migratorios ocurridos en ambas direcciones. Sólo en lo que va del siglo XXI se han producido llegadas masivas de latinoamericanos a España y Portugal, frenadas a partir de 2008 con la profunda crisis de los dos países ibéricos. Desde entonces se observa una llegada importante de jóvenes de esas nacionalidades a ciertos destinos latinoamericanos.

Todos estos elementos sostienen unas relaciones complejas, muchas veces subterráneas, pero firmemente trabadas en torno a redes y asociaciones de todo tipo, que cubren un vasto espectro de las actividades sociales y de la vida cotidiana. Las asociaciones iberoamericanas culturales, académicas, científicas, profesionales, deportivas, etc., superan el medio millar. Es sobre esos intangibles que explican la fuerte presencia cotidiana de España y Portugal en América Latina y de América Latina en España y Portugal sobre los que descansa todo el potencial del proyecto iberoamericano.

Durante mucho tiempo éste ha sido visto como un instrumento de la política exterior española. Para erradicar esta imagen y garantizar su futuro es necesario que los latinoamericanos lo sientan como propio y se comprometan con él asumiendo todas sus potencialidades. Como ha señalado la Secretaria General Iberoamericana Rebeca Grynspan se trata de latinoamericanizar a Iberoamérica, dándole un mayor protagonismo a los gobiernos y sociedades latinoamericanos.

Es importante potenciar la cultura y la cooperación. No se trata sólo de rescatar las creaciones del esplendoroso pasado cultural sino de aprovechar las posibilidades económicas del español

Este objetivo no puede desconocer ni la realidad de España y Portugal, sumidos en los efectos de la crisis, ni la de una América Latina fragmentada. De ahí la importancia de potenciar el papel de la cultura y la cooperación en este proyecto. No se trata sólo de rescatar las creaciones de un esplendoroso pasado cultural sino de aprovechar las enormes posibilidades económicas del español.

De este modo, los casi 650 millones de iberoamericanos podrían sacar un mejor partido de su potencial, contribuyendo a un mayor crecimiento de sus economías y al bienestar de sus ciudadanos. Por eso se trata de introducir aquellos cambios necesarios para garantizar el futuro de un proyecto que hasta ahora, pese a sus dificultades, se ha mostrado exitoso y con un gran porvenir.

Carlos Malamud
Catedrático de Historia de América de la UNED
Catedrático de Historia de América de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) e Investigador Principal para América Latina del Real Instituto Elcano. Ha sido investigador visitante en el Saint Antony’s Collage (Universidad de Oxford), en la Universidad de los Andes y en la Universidad Di Tella de Buenos Aires. Miembro del Consejo Asesor del Instituto de Cultura de la Fundación MAPFRE. Ha escrito numerosos libros y artículos de historia y actualidad latinoamericanas, entre los que se cuentan: Populismos latinoamericanos. Los tópicos de ayer, de hoy y de siempre (Ed. Nobel, 2010); Historia de América (Alianza, 2010). @CarlosMalamud

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