De socios naturales a socios preferentes
Este año 2023 marcará un punto de inflexión en las relaciones UE-América Latina y Caribe. En la actual dinámica de inflexión geopolítica global, tras los efectos de la pandemia y de la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania, todos hemos tenido que recalibrar nuestra brújula estratégica. En el caso de América Latina y el Caribe (ALC), ello nos llevó, felizmente, y tras demasiados años de una cierta inercia acomodada, a trazar una hoja de ruta birregional acordada con los 33 miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), endosada por los ministros de Asuntos Exteriores en octubre del pasado año en Buenos Aires y que culminará en la Cumbre UE-Celac de jefes de Estado y de Gobierno los próximos 17 y 18 de julio en Bruselas, la primera desde 2015.
Como parte de estos esfuerzos en lo que hemos denominado “El Camino a 2023” (The Road to 2023), el pasado 7 de junio el Colegio de Comisarios adoptó la nueva Comunicación Conjunta del Alto Representante y de la Comisión al Parlamento y al Consejo, con la propuesta de una “Nueva Agenda en las relaciones entre la UE y ALC”. En ella se propone una asociación estratégica modernizada y más sólida, mediante un diálogo político reforzado, el estímulo del comercio y la inversión, y el fomento de sociedades más sostenibles, justas e interconectadas gracias a las inversiones de Global Gateway.
En un contexto de emergencia climática, y cuando buena parte del mundo se recupera aún de los devastadores efectos de la pandemia, las ondas expansivas de la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania nos alcanzan a todos, poniendo en jaque la seguridad alimentaria, los intercambios comerciales y el abastecimiento energético a escala mundial. Sin olvidar la voluntad de erosionar los valores democráticos y el orden internacional basado en reglas y en el respeto a la soberanía de los Estados.
Lo que está en riesgo es nuestro modelo de vida, basado en la democracia, los derechos humanos, la prosperidad y el bienestar a través de un desarrollo sostenible e inclusivo
Un análisis que se limite a considerar esta amenaza como un simple reordenamiento de los equilibrios geopolíticos entre potencias mundiales no contribuye a que los más de mil millones de ciudadanos de América Latina y Caribe y de la Unión Europa seamos plenamente conscientes de lo que está en juego. Lo que está en riesgo es nuestro modelo de vida, basado en la democracia, los derechos humanos, la prosperidad y el bienestar a través de un desarrollo sostenible e inclusivo, y un orden internacional, consagrado en la Carta de las Naciones Unidas, cimentado en las reglas, en la resolución pacífica de los conflictos y en el respeto a la soberanía de los Estados.
No es casual, ni la primera vez en nuestra historia reciente, que las expresiones de desafección política que afectan a las sociedades democráticas a ambos lados del Atlántico se produzcan en momentos de crisis económica, desigualdad social e incertidumbre geopolítica. Ni que determinados actores dediquen considerables esfuerzos y recursos para promover una narrativa que ahonde en la crisis de la democracia, presentándola como un modelo de parte, muy conscientes de que la vocación de universalidad de los derechos humanos y de los valores democráticos es incompatible con los sistemas totalitarios.
El fortalecimiento de las relaciones UE-ALC no es solo una asignatura pendiente con un aliado estratégico, sino una necesidad perentoria para que la comunidad internacional pueda abordar con éxito los tres grandes retos globales que marcarán el siglo XXI: el cambio climático, la revolución tecnológica y la inclusión social.
Un contrato social más justo y sostenible es esencial para defender la democracia y para garantizar la prosperidad de nuestros ciudadanos a largo plazo, sobre la base de una transición ecológica y digital inclusiva, con justicia social, sin dejar a nadie atrás.
Decimos a menudo que ambas regiones son afines en valores, tradición y cultura, y que comparten estrechos vínculos en todos los ámbitos. Es cierto, pero no es suficiente. En un mundo en el que una potencia autocrática amenaza con el uso del arma nuclear, no hay mucho margen para romanticismos ni para complejos históricos. Nuestra asociación se asienta en bases sólidas y complementarias, en intereses concurrentes, desafíos comunes y oportunidades compartidas. La UE es el tercer destino para las exportaciones latinoamericanas, y el primer inversor en la región. Tenemos una de las redes más densas de acuerdos políticos y comerciales con 31 países de la región. La UE es también el primer contribuyente en ayuda al desarrollo en la región.
Decimos a menudo que ambas regiones son afines en valores, tradición y cultura, y que comparten estrechos vínculos en todos los ámbitos. Es cierto, pero no es suficiente
Esta es una potencia mundial medioambiental, alberga más de la mitad de la biodiversidad del planeta y genera energías renovables que representan el 33 % del suministro energético, frente a solo el 13 % de media mundial. Nuestros socios desean aprovechar las nuevas transiciones para industrializar sectores clave y agregar valor a su capacidad productiva. ALC quiere crecer, pero con mayor igualdad y sostenibilidad. La UE, por su parte, tiene capacidad tecnológica y de inversión, y también necesita alianzas con socios confiables para diversificar sus cadenas de suministros.
La autonomía y capacidad de influencia en un mundo multipolar se ve reforzada por la geometría variable de alianzas con socios estratégicos. Nuestra asociación con América Latina y el Caribe debe ser también más estratégica en el ámbito multilateral y de la seguridad. Coincidimos también en la urgente necesidad de reformar la arquitectura del sistema multilateral y de la seguridad internacional, superando la lógica caduca de “vencedores y vencidos” de hace ochenta años, para hacerlo más inclusivo, más justo y democrático y, por tanto, eficaz. En suma, no solo se trata de reconocer que somos socios naturales, sino que tenemos que transformar nuestra asociación para convertirnos en socios preferentes. La importancia que UE y ALC otorgamos a la justicia social, a una transición ecológica y digital justas, nos distinguen claramente de otros actores.
La Cumbre no es un fin en sí mismo, sino que marcará un hito político, reuniendo a los líderes de 60 Estados y de la Unión Europea en Bruselas para un diálogo franco e inclusivo que establecerá las bases de una renovada asociación estratégica birregional durante los próximos años, incluyendo una mayor regularidad en nuestros diálogos políticos de alto nivel, así como el establecimiento de un mecanismo de coordinación permanente.
Los grandes desafíos globales a los que nos enfrentamos no podrán resolverse en una Cumbre internacional. Se requiere del concurso de todos los actores de la sociedad civil y del sector privado
Por supuesto, los grandes desafíos globales a los que nos enfrentamos no podrán resolver- se en una o más Cumbres internacionales. Se requiere del concurso no solo de gobiernos e instituciones, sino de todos los actores de la sociedad civil y del sector privado. Los más de 230 millones de jóvenes a ambos lados del Atlántico tienen mucho que decir en la conformación de esta comunidad transatlántica de los ciudadanos que contribuya a construir un mundo más justo, sostenible y seguro. Es por ello que otorgamos una gran importancia al foro de la sociedad civil, juventud y gobiernos locales, y a la mesa redonda empresarial, que tendrán lugar en Bruselas durante los días previos a la Cumbre.
El potencial es inmenso, pero requiere voluntad política y movilización ciudadana para desarrollarlo con determinación. Apostamos por una asociación estratégica centrada en el ser humano para el beneficio de nuestros ciudadanos a ambos lados del Atlántico.