UNO Diciembre 2016

Cuando el péndulo ciudadano da la vuelta…

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Estando casi a las puertas del final de este año 2016, creo que sería realista decir que va a culminar otro año más cargado de sorpresas en el campo de la política, la economía y la sociedad. Así ha sido, al menos, desde el año 2008 con el inicio de la mayor crisis financiera internacional desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

A lo largo de estos años, el mundo ha sido testigo de muy diversos e intensos procesos de cambio político, económico y social que, por cierto, han demostrado una vez más, la íntima relación entre los tres. Soy de los que creen que toda acción política está motivada por la sociedad y genera un resultado económico que, a su vez, condiciona a la política por los efectos que tenga en la sociedad y, así, en un círculo vicioso, intenso e imparable donde, en el medio, interactúan los pueblos y sus dirigentes, por supuesto, políticos, económicos y sociales.

En la medida que las sociedades han ido teniendo mayor acceso a la información, los ciudadanos han ido desarrollando una mayor conciencia sobre sus derechos y sus deberes

“¿Qué está pasando en el mundo? ¡Esto nunca se había visto antes!”, es una pregunta y una respuesta que he escuchado, muchas veces, a lo largo de estos años, al tratar diversos temas y situaciones que los pueblos han confrontado en carne viva, o de los que han sido testigos gracias, en gran parte, a los avances tecnológicos y a unos medios de comunicación cada vez más capaces, más ágiles y también, más críticos, que han llevado a todos los hogares la información, casi en tiempo real, con sus reportajes y sus puntos de vista sobre cada tema reportado. Ante esto, me he preguntado, más de una vez: “¿Por qué?”.

Si bien ni creo, ni pretendo ser portador de ninguna verdad, sino tan sólo de mi modesta opinión y curiosidad al respecto, estoy convencido de que el tipo de cambios y retos a los que se enfrentan los pueblos hoy en día y, quizás más importante aún, de cara al futuro, han sido, y están siendo moldeados, en gran medida por el increíble fenómeno de la sociedad de la información y todos los derechos individuales que se han perfeccionado a su alrededor. En la medida que las sociedades han ido teniendo mayor acceso a la información, los ciudadanos han ido desarrollando una mayor conciencia sobre sus derechos y sus deberes, tanto individuales como colectivos y, con ello, han ido condicionando el comportamiento de sus clases dirigentes, en lo político, lo económico y lo social, en torno a un concepto que siempre estuvo ahí y que, hoy por hoy, se ha tornado en fundamental: la transparencia.

07_1No cabe duda de que, a lo largo y ancho de nuestro planeta, todas las sociedades, independientemente de su nivel de desarrollo, están exigiendo más información y por ende, más transparencia. Hasta en las comunidades más cerradas y aisladas, podríamos encontrar un mínimo de avance en cuanto al acceso a la información y el efecto de cambio que ha generado.

Con estas ideas generales en mente, quisiera enfocarme entonces en un fenómeno que ha sido de particular interés para mí. Me refiero al desarrollo de las corrientes y gobiernos que, tomando la idea de más información y más transparencia en manos de sus pueblos, han desarrollado agendas políticas, económicas y sociales basadas en un populismo que ha propuesto, en mayor o menor medida y, por supuesto, con diversos matices e intensidades, un resurgimiento de conceptos como “la lucha de clases”, “el capitalismo salvaje”, “la expoliación de los recursos en nombre del libre comercio”, “la propiedad colectiva sobre la propiedad privada” y tantos otros que, por cuestión de espacio, no podría enumerar y analizar. Encuentro fascinante –y preocupante a la vez–, constatar cómo, ante la legítima exigencia de los pueblos por más información y por ende, más transparencia, muchos populismos, que podrían ser considerados de izquierdas o de derechas, en los cinco continentes, han interpretado “transparencia” con una “nueva lucha de clases” en la que, por cierto, en nombre también de la transparencia, han dado una nueva definición y un nuevo alcance al concepto de la corrupción.

Cierto es que, en el campo de la gestión de recursos, tanto públicos como privados, la transparencia se contrapone a la corrupción. De eso no hay duda. Sin embargo, los populismos han “extendido” la definición y alcance de la corrupción para justificar políticas y agendas en contra de la propiedad privada, la libertad de expresión, y las ideas políticas. Estos populismos han interpretado la transparencia en la gestión pública y privada con “la economía popular y el poder popular” hasta el punto, en algunos regímenes políticos, de que todo aquello que no se ajuste, que critique o confronte a lo que estas clases dirigentes populistas entienden como “gestión transparente para beneficio popular” es, simple y llanamente, corrupción. Y así, en nombre del pueblo que exige transparencia, han atacado y coartado, hasta niveles inauditos, a aquellos que, repito, no se hayan ajustado, o que hayan criticado o confrontado su ideal de transparencia. Creo que no sería demasiado difícil identificar, en nuestra América Latina, por mencionar una región del mundo, ejemplos de este fenómeno político, económico y social, sin necesidad de mencionarlos específicamente. Que cada lector saque sus propias conclusiones.

No obstante, así como soy creyente de que, en nombre de la transparencia, los populismos han generado en los pueblos que han llegado a dirigir, procesos políticos verdaderamente transformadores, –para mal en mi opinión–, en lo económico, y lo social; también creo que, afortunadamente, esa misma sociedad basada en la información y por ende, en la transparencia, está permitiendo a esos mismos pueblos, cada vez más informados y con mayor conocimiento y sentido crítico, reversar “el péndulo ciudadano”.

Son múltiples los ejemplos, en los cinco continentes, y a todos los niveles de la actividad política, económica y social, donde este escenario se pudiera constatar

Hasta hoy, pareciera que se han materializado políticas, tanto en la izquierda como en la derecha del pensamiento político, que dan la impresión de haber frenado la iniciativa privada, el comercio mundial, la competencia entre mercados, llegando casi a demonizar, en algunas ocasiones, la gestión pública como símbolo de ineficiencia y fuente de corruptos, todo ello en nombre de un mundo “más regulado”, “más supervisado”. En este mundo, la actividad pública y privada debe ser puesta a prueba, como garantía para el ciudadano de “más transparencia y menos corrupción” dado que no se presume que toda actividad pública y privada es, a priori transparente, sino potencialmente corrupta si no es regulada y supervisada. El escenario que planteo suena un tanto dantesco, sin embargo, son múltiples los ejemplos, en los cinco continentes, y a todos los niveles de la actividad política, económica y social, donde este escenario se pudiera constatar.

Sin embargo, creo que, frente a ese tipo de realidades, también se está empezando a dar un fenómeno, en sentido contrario y quizás con doble intensidad, –de ahí mi idea de un “péndulo ciudadano”–, por el que los pueblos se están dando cuenta de que la transparencia en la gestión, tanto pública como privada, no es igual a la economía popular, sino que significa una buena, óptima y responsable gestión de los recursos, ya sean públicos o privados, para que, gracias a ella, todo ciudadano pueda tener la oportunidad, en igualdad de condiciones, para desarrollar sus propias capacidades e iniciativas. Una vez más, también, se empieza a ver cómo las mismas clases dirigentes que “interpretaron” por sus sociedades y pueblos, en su momento, lo que la sociedad de la información supone en materia de transparencia, volverán a ignorar, subestimar, malinterpretar y hasta confrontar, lo que la transparencia en la gestión pública y privada significa para sus sociedades a futuro. Creo que, en este caso también, sería relativamente fácil identificar algunos de estos fenómenos políticos, no sólo en América Latina, sino también en la “vieja Europa”, por ejemplo, sin necesidad de poner nombres propios a cada uno.

En definitiva, soy de la modesta opinión y así lo veo, que “el péndulo ciudadano” está dando la vuelta y, una vez más, producto de la desconexión entre las clases dirigentes en la política, la economía y la sociedad, y sus pueblos. Pueblos que, en la medida en que tienen mayor acceso a la información, desarrollan mayores capacidades para una crítica constructiva que, confío, les hará exigir más oportunidades y más derechos para desarrollar sus capacidades individuales, como individuos y a través de ello, avanzar en la conformación de sociedades cada vez más abiertas, libres, tolerantes y menos agresivas que, en el tiempo, exigirán gobiernos más pequeños y menos intervencionistas, economías más abiertas, más libres, menos reguladas y donde un mayor intercambio comercial sea una realidad. Será entonces, creo yo, cuando el mundo logrará superar, una vez más, la apatía e incapacidad que hemos sufrido por casi una década, para fomentar su propio crecimiento económico y social.

Francisco J. Álvarez De Soto
Socio Director de ALVES & Co. ABOGADOS / ATTORNEYS AT LAW / Panamá
Obtuvo su Licenciatura en Economía Política y Análisis Político en la Universidad de Tulane y su Juris Doctor en la Universidad de Loyola. Fundó la firma ALVES & Co. ABOGADOS / ATTORNEYS AT LAW en 2002, siendo su socio director desde 2014. Entre 2003 y 2009, fue director ejecutivo Legal y Regulatorio de Cable & Wireless Panamá, S.A. En el Ministerio de Comercio e Industrias fue embajador especial para Asuntos Comerciales Internacionales y asesor y viceministro, jefe de Negociaciones Comerciales Internacionales. En el Ministerio de Relaciones Exteriores, fue director general de Relaciones Económicas Internacionales, secretario general, viceministro y ministro de Relaciones Exteriores. @AlvarezdeSotoFJ [Panamá]

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