UNO Mayo 2022

El potencial argentino para el desarrollo productivo sostenible

Argentina es un país con un enorme potencial para el desarrollo económico y social sostenible, asentado en su acervo de capacidades tecnológicas y productivas, dotación de recursos naturales, trabajadores y trabajadoras y sistema educativo. Lamentablemente, ese potencial no ha sido plenamente aprovechado y el país atravesó sucesivas crisis económicas, inestabilidad y carencias de visiones de largo plazo que limitaron ese desarrollo.

Hoy Argentina es un país de desarrollo intermedio, que viene de atravesar una doble crisis: una crisis macroeconómica iniciada en abril de 2018 con una fuerte salida de capitales financieros que dejó en evidencia un profundo sobreendeudamiento del sector público, y la crisis emergente a partir de la pandemia de la COVID-19.

Esta doble crisis nos ha llevado a redoblar los esfuerzos. Por una parte, para trabajar en el ordenamiento de la crisis macroeconómica heredada, destacando las acciones del Ministerio de Economía en la reestructuración de la deuda con acreedores privados y con el Fondo Monetario Internacional. Dicha reestructuración permitió, por un lado, recuperar la sostenibilidad de la deuda con los acreedores privados y generar un ahorro de 37 700 millones de dólares para el país y, con el FMI, acordar un plan de facilidades extendidas que permita ordenar la macroeconomía sin realizar ajustes del gasto real. Por otra parte, los graves efectos de la crisis de la COVID-19 llevaron al despliegue de un paquete de asistencia inédito, que implicó en 2020 un esfuerzo fiscal y de movilización de recursos financieros equivalente a alrededor del 7 % del PIB, gran parte de la cual la explica el pago de salarios a las empresas del sector privado en crisis (vía programas como el de Asistencia al Trabajo y la Producción y, luego, el de Recuperación Productiva), las transferencias de ingresos a los sectores más vulnerables, que fueron los más afectados por la reducción de la movilidad derivada de la pandemia (a través de lo que se conoció como el Ingreso Familiar de Emergencia) y la ampliación del financiamiento para garantizar la liquidez de las empresas y trabajadores y trabajadoras autónomos.

El inédito paquete de ayuda al sector productivo durante 2020 —que en 2021 continuó, aunque con menor volumen, habida cuenta de la mejora en la situación económica— fue crucial para evitar una catástrofe en materia productiva y laboral. Gracias a ello, una vez pasado el peor momento de la pandemia, la economía recobró una acelerada senda de recuperación, motorizada particularmente por la industria y, también, por el complejo agropecuario, la energía, la minería, la construcción y los servicios basados en el conocimiento como el software. Tal recuperación permitió que a fines de 2021 la economía argentina no solo hubiera recuperado lo perdido en la pandemia, sino también en buena parte de 2018 y 2019. Durante el cuarto trimestre de 2021, el PIB fue 3,4 % más elevado que en el mismo período de 2019, con un marcado protagonismo de la inversión productiva, que creció 29,5 % en términos reales, una de las mayores recuperaciones a nivel mundial. Gracias a la mejora económica, la tasa de desocupación -que había tocado el 13 % en el peor momento de la pandemia- se redujo al 7 % en el cuarto trimestre de 2021, la menor en más de cinco años. La mejora del desempleo no se produjo por el efecto desaliento de quienes buscan empleo y no lo encuentran, sino por genuina creación de empleos.

Esta fuerte mejora registrada a lo largo de 2021 fue posible gracias a la mitigación de daños que se hizo en 2020, pero también gracias al notorio avance de la campaña de vacunación (que en Argentina alcanzó niveles muy elevados para la media mundial, con más del 90 % con una dosis y más de 80 % con esquema completo), y al fuerte peso que adquirieron las políticas de desarrollo productivo dentro de la agenda gubernamental.

Los recursos presupuestarios destinados a las políticas de desarrollo pasaron de 155 millones de dólares en 2019 a unos 1 443 millones de dólares en 2021.

Los recursos presupuestarios destinados a las políticas de desarrollo productivo tuvieron un salto notable desde 2019, pasando de $7 519 millones en ese año (unos 155 millones de dólares de ese año) a $134 975 millones en 2021 (unos 1 443 millones de dólares). Ese notable incremento de los recursos permitió recuperar instrumentos cruciales de la política productiva, como el financiamiento accesible al sector productivo. Para ello, se potenciaron dos herramientas cruciales: el Fondo de Garantías (el FOGAR) y el Fondo de Desarrollo Productivo (FONDEP). Mientras que el primero permite que el Estado oficie de garante ante la banca para que una PyME pueda acceder al crédito (algo relativamente dificultoso en Argentina), el segundo es fundamental para poder subsidiar líneas de crédito para la inversión de largo plazo. Gracias a estas herramientas, en 2020-2022 se otorgaron créditos a más de un millón de personas físicas y jurídicas, 250 veces más que en 2019. Gracias a estas herramientas, el crédito en valores constantes alcanzó a fines de 2021 el mayor nivel desde el año 2018, y la participación de las PyMEs en el crédito en moneda local superó el 50 %, la mayor marca en lo que va del siglo XXI.

Además de la recuperación del crédito productivo, la política industrial tuvo otras herramientas, entre las que se destacan el financiamiento para los parques industriales y tecnológicos (una herramienta de ordenamiento territorial que además es importante para el desarrollo productivo en un país con grandes asimetrías regionales como Argentina), el impulso al desarrollo de proveedores (a través del financiamiento a empresas que presenten proyectos de inversión para ser proveedoras de ciertas cadenas estratégicas, tales como energía, minería, transporte o salud, entre otras), el fomento a la economía del conocimiento (a través de la sanción de una nueva ley de promoción para el sector, que incluye a los servicios informáticos, de I+D, la nano y biotecnología, la industria satelital y aeroespecial, entre otras), la formación de la población en pensamiento computacional (a través del curso gratuito Argentina Programa para aprender a programar, que contó con un interés inédito de la población, con más de 700 000 inscriptas en la instancia inicial) y la reducción de los impuestos a la exportación en los bienes manufacturados finales (que llegaron al 0 %). 

Los resultados de la implementación de estas políticas mostraron sus frutos: en 2021, la industria manufacturera creció 7 % contra 2019, siendo una de las recuperaciones más veloces del mundo. En tanto, la economía del conocimiento no ha parado de batir récords mes a mes: su principal motor, el software, incrementó en 19 % su dotación de trabajadores y trabajadoras formales entre fines de 2019 y fines de 2021. 

Pero más allá de la administración de las vicisitudes de la coyuntura —muy marcada por el daño de la pandemia—, la actual gestión ha puesto un gran esfuerzo en pensar el futuro del país, abriéndose a nuevas agendas y a la planificación para el resto de la década. Por primera vez en Argentina, la dimensión ambiental y de género han pasado a ser ejes estructurantes de la gestión de las políticas productivas. En julio de 2021, hemos puesto en marcha el Plan de Desarrollo Productivo Verde, que consta de una serie de herramientas para posicionar a la Argentina como un jugador activo de la transición energética global, al incentivar la economía del hidrógeno bajo en carbono y el desarrollo de proveedores de las energías limpias. También, desde el año 2020 se conformó un Gabinete de Género dentro del Ministerio de Desarrollo Productivo, con más de 50 iniciativas con perspectivas de género, como por ejemplo diversas líneas de financiamiento para proyectos productivos liderados por mujeres. Asimismo, hemos trabajado en la elaboración de proyectos normativos para la creación de nuevos sectores productivos en Argentina, tales como el cannabis medicinal, la movilidad eléctrica y la industria 4.0, todos con un enorme porvenir. 

El Plan Argentina Productiva 2030 procura planificar el desarrollo productivo, industrial y tecnológico para lo que resta de la década.

Recientemente, en marzo de 2022, hemos dado inicio al Plan Argentina Productiva 2030, que procura ser planificar el desarrollo productivo, industrial y tecnológico para lo que resta de la década. El Plan toma la idea de “políticas orientadas por misiones” -elaborada por la economista italo-estadounidense Mariana Mazzucato y hoy muy en boga en diversas partes del mundo- y propone movilizar el aparato productivo, científico y tecnológico para resolver desafíos económicos, sociales, tecnológicos y ambientales del siglo XXI, que van desde el calentamiento global a la salud de la población, pasando por la digitalización, el empleo formal y la generación de divisas.

Una de esas diez misiones será la duplicación de las exportaciones a 2030. Las exportaciones son la principal fuente de divisas genuina en una economía como la Argentina, en donde casi todas las crisis económicas de las últimas ocho décadas se generaron por problemas en la balanza de pagos.

Otra misión será el desarrollo de la economía verde para acelerar la transición hacia la sostenibilidad ambiental, ampliando y reforzando el Plan de Desarrollo Productivo Verde, a través del impulso creciente a la economía del hidrógeno, los proveedores industriales nacionales de las energías limpias, la eficiencia energética, la economía circular y la fabricación nacional de vehículos eléctricos. 

Otras misiones se centrarán en el impulso a la producción nacional para la salud (vacunas, ensayos clínicos, cannabis medicinal, equipamiento médico, biosimilares, telemedicina), en la adaptación de la producción de alimentos al siglo XXI (a partir de que nuestro agro se vuelva más resiliente ante el cambio climático y a partir de una mayor producción de proteínas y alimentos saludables), en el equipamiento de nuestras fuerzas armadas con tecnologías nacionales (drones, buques, satélites y prendas de seguridad, por ejemplo) y en la modernización de nuestros sectores industriales tradicionales (para incentivar una mayor productividad y una mayor creación de empleo registrado).

Argentina viene experimentando un creciente dinamismo inversor en la minería, particularmente en lo que concierne al litio y el cobre.

El Plan Productivo también tendrá una misión específica para incentivar la digitalización del aparato productivo y la industria 4.0. El desarrollo de la minería, con estrictos cuidados ambientales, es otra de las diez misiones que impulsa el Plan. La minería es una actividad muy subaprovechada en Argentina (con exportaciones que no llegan a ser la décima parte que las de Chile, con quien Argentina comparte la Cordillera de los Andes) y que va a tener una demanda creciente habida cuenta de que la transición energética demandará cada vez más minerales. Argentina viene experimentando un creciente dinamismo inversor en la minería, particularmente en lo que concierne al litio y el cobre. La industrialización de nuestro sector primario también será considerada estratégica, a partir del desarrollo de proveedores industriales en la minería, los hidrocarburos, la pesca, el agro y el sector forestal. De esta manera, se apuesta a incrementar el empleo indirecto, el desarrollo tecnológico y la generación de divisas ligadas a nuestras actividades primarias, que además son fundamentales para descentralizar la actividad productiva, hoy demasiado concentrada en la región metropolitana de Buenos Aires.

Argentina está saliendo de la crisis de la pandemia y, también, de la que dejó el gobierno que nos antecedió. Y para ello es clave pensar y planificar el futuro de largo plazo. Por eso el Plan Argentina Productiva 2030. Porque queremos una Argentina desarrollada y con progreso para cada uno de sus habitantes, año tras año. Porque queremos una Argentina integrada inteligentemente al mundo, que pueda aprovechar las nuevas oportunidades derivadas de los desafíos globales del siglo XXI: cambio climático, economía del conocimiento, crecimiento de las clases medias emergentes. Argentina tiene un enorme potencial y somos muy optimistas de que en los años que siguen empezará a materializarse, con resultados visibles para cada una y cada uno de los habitantes de este país.

 

Matías Kulfas
Ministro de Desarrollo Productivo de Argentina
Licenciado en Economía y Magíster en Economía Política. Fue Subsecretario de la Pequeña y Mediana Empresa y Desarrollo Regional del Ministerio de Economía y Producción (2006-2007), Director del Banco de la Nación Argentina (2008-2012) y Gerente General del Banco Central de la República Argentina (2012-2013). En 2014 fundó la consultora “Idear Desarrollo”. Desde diciembre de 2019 se desempeña a cargo de la cartera de Desarrollo Productivo, cuyas principales áreas de gestión son: Comercio Interior y Exterior, Pequeña y Mediana Empresa, Emprendedurismo, Industria, Economía del Conocimiento y Minería. 
Daniel Schteingart
Director del Centro de Estudios para la Producción (CEP XXI).
Titular de la Unidad Ejecutora Especial Temporaria “Argentina Productiva 2030. Plan para el Desarrollo Productivo, Industrial y Tecnológico de la Argentina”. Licenciado y Doctor en Sociología, Magíster en Sociología Económica. Entre 2012 y 2017, fue becario doctoral y posdoctoral en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). A partir de 2020 se desempeña como Director Nacional de Estudios para la Producción (CEP XXI), cuyo objetivo es realizar análisis de coyuntura, estudios e investigaciones sobre la estructura productiva. Desde marzo de 2022, se encuentra a cargo de la Unidad Ejecutora Especial Temporaria “Argentina Productiva 2030”. 

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