UNO Mayo 2022

Los Estados de Derecho Democráticos, Sociales y Seguros

A principios de este siglo, hace apenas 22 años, inspirado por Fukuyama, el europeo se proclamó el “último hombre” de la evolución sociocultural y heredero de la “definitiva” forma de gobierno, la democracia liberal. Y avanzaba eufórico hacia una Europa cada vez más unida, capaz de alcanzar la “paz duradera” que se había propuesto, integrando a doce nuevos Estados del Este, enemigos hacía poco más de una década, ofreciéndoles un modelo económico y de Estado basado en una moneda única e incluso, se argumentaba entonces, reunidos en una única federación. 

De las tres cosas, solo esta última no se llevó a cabo, en gran medida por la tozudez de franceses e irlandeses, que lo rechazaron en referendos internos, y por la oposición de un Reino Unido siempre a caballo entre Europa y América. Pero la victoria de este modelo político, económico y social parecía tan abrumadora como inevitable. A la lucha por el Estado de Derecho en los siglos XVIII y XIX y la consagración de derechos, libertades y garantías, le siguió otra en el siglo posterior que, más allá de reconocer la existencia de los derechos de los ciudadanos ante el Estado, fue capaz de proclamar un conjunto de principios universales a los que se añadieron nuevos derechos como la salud, la educación, la cultura y el bienestar. De esta manera, se crearon los Estados de Derecho Democráticos y Sociales de las democracias liberales occidentales, como modelo de “última generación”, proporcionando a los ciudadanos una calidad de vida como nunca se había visto en el mundo. Aburridos de tanto por conquistar, los “europeos” decidieron afirmar sus valores “aquí y ultramar”, convencidos de que el mundo “solo evoluciona y avanza” en la dirección correcta. 

Se equivocaron. Y lo hicieron dentro de la propia “casa”. Algunos Estados miembros dieron marcha atrás en este proceso. Y fue la Unión la primera en reconocerlo con condescendencia, al igual que algunos de sus peligrosos “vecinos”. Menos de un cuarto de siglo después, los “tiempos y los vientos” parecen haber cambiado. Tras una pandemia inesperada, que sin embargo “migró” desde el Este a Europa, o la Unión Europea para ser exactos, esta reaccionó conforme a los Tratados y, a diferencia de lo que ocurría a principios de siglo y en lo que respecta a los llamados PIGS, pudo centralizar la distribución de vacunas y reaccionar económicamente. Esto lo hizo mediante la concesión de un conjunto de fondos europeos como nunca antes se había visto, cuyo tamaño parecía corresponderse con un “bazuca”, un nombre tal vez no tan acertado hoy en día. 

Lo cierto es que los Planes de Recuperación y Resiliencia parecen hoy, e incluso antes de que la mayoría de los Estados de la Unión Europea comiencen a aplicarlos y menos aún a beneficiarse de ellos, un mero punto de partida.

Europa ofrecía apoyo, los préstamos eran asequibles, los tipos de interés y los precios eran bajos, y todo parecía “ir bien”, como se anunciaba. Y entonces, porque la historia parece repetirse obstinadamente, una de las “democracias iliberales”, aisladas pero vecinas, parece haber cambiado todos los planes de éxito. El Imperio ruso “contraatacó” y trajo consigo la incertidumbre al anunciado siglo de paz y prosperidad. Es cierto que vivimos en una sociedad digital en la que todo cambia y se transforma con rapidez, pero nadie, en beneficio de los cargos públicos, podía imaginar la realidad a la que nos enfrentamos y Europa parece haber retrocedido setenta años. El crecimiento económico, que había sido más o menos una constante, parece haberse desgastado definitivamente y los precios están subiendo como no se veía desde hace mucho tiempo. Esta circunstancia, como casi todo en nuestro tiempo, simplificada en una palabra -estanflación- “decretó” el “fin del dinero barato” que sostenía nuestro crecimiento de las últimas décadas y parecía ser suficiente para aguantar la pandemia. Lo cierto es que los Planes de Recuperación y Resiliencia (PRR), aprobados a mediados de 2021, parecen hoy, e incluso antes de que la mayoría de los Estados de la Unión Europea comiencen a aplicarlos, y menos aún a beneficiarse de ellos, un mero punto de partida, por no decir documentos históricos. 

Europa prestaba apoyo, y todo parecía “ir bien” como se anunciaba. Y entonces, porque la historia parece repetirse obstinadamente, una de las “democracias iliberales” aisladas pero vecinas parece haber cambiado todos los planes de éxito.

Llegados a este punto, “navegar a la vista” y “vivir de rentas” de un Estado del Bienestar que fue creado por el esfuerzo y el talento de generaciones de europeos seguramente no será suficiente, y hará falta mucho más que gestionar los impactos del día a día, porque más que luchar contra el aumento de los precios de los cereales, de la energía o de los combustibles, hará falta visión y alma para afrontar los retos que se plantean. Resistir la exposición europea de la economía rusa; integrar a millones de personas, muchas de ellas cualificadas, que tuvieron que huir de la guerra; reforzar los presupuestos de defensa; hacer frente al crecimiento de los costes de contexto; inyectar inversión reproductiva en la economía y mantener los estados de bienestar, no será fácil. No en vano, los impuestos tienen un fin, muchos Estados ya están más allá de ese fin, y las exigencias de los ciudadanos han crecido en un ámbito costoso: la seguridad, que ya no requiere solo material bélico, sino también seguridad energética, seguridad alimentaria, seguridad económica e incluso ciberseguridad y seguridad espacial. Por eso, el debate de los últimos días, sobre todo en Portugal, ya no parece ser tanto sobre el PRR que tenemos, sino sobre el PRR que debemos tener. El siglo XXI, para nuestra sorpresa, no será el siglo de los Estados Democráticos Sociales de Derecho, sino el de la construcción de Estados de Derecho Democráticos, Sociales y Seguros…

 

Nuno Magalhães
Director de Contexto Político de LLYC Portugal.
Fue Secretario de Estado de Administración Interior entre 2002 y 2005. Posteriormente, fue diputado durante 14 años, ocho de ellos como presidente del grupo parlamentario CDS-PP. Además, formó parte de las comisiones parlamentarias de Economía, Innovación y Obras Públicas; Asuntos Constitucionales, Derechos, Libertades y Garantías; Asuntos Exteriores y Comunidades Portuguesas; y Asuntos Europeos. Licenciado en Derecho por la Universidad Lusíada de Lisboa, es abogado y profesor universitario.

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