UNO Julio 2023

Unión Europea-América Latina: ¿una nueva oportunidad?

Siempre se ha dicho que la relación de la Unión Europea y América Latina está unida por la historia, por la lengua, por la religión, por los valores políticos, sociales y económicos. Hay razones de sobra para que tuviéramos una excelente relación. A pesar de ello, llevamos décadas tratando de construir una relación sólida, duradera, de confianza y que sea benéfica para las dos partes y no lo hemos logrado. Cabe preguntarse por qué esto no se ha logrado. Es una pregunta relevante en este caso.

No hemos logrado construir una relación comercial, cultural, ni temática de largo aliento. Siempre se ha dado por coyunturas específicas, tanto en Europa como en América Latina. Cuando la Unión Europea no tiene conflictos o situaciones particulares en su entorno más cercano, tiende a revivir sus vínculos con América Latina; cuando siente gobiernos afines en LATAM, la relación fluye, o cuando el Alto Representante para las Relaciones Exteriores viene de un país “latino”, como fue el caso de Federica Mogherini, se produjo un impulso a la relación; ahora, con Josep Borrell, se habla nuevamente de relanzar la relación.

América Latina tiene desafíos propios que hoy son mayores que hace unas décadas. Enfrentamos problemas mayores producto de la pandemia. Pobreza. Desigualdad. Atraso digital: menos del 50 % de la población tiene acceso a banda ancha, y esto hoy, en la era digital, es un atraso muy grande. La falta de liderazgo de los presidentes en la región dificulta encontrar caminos que ayuden a mitigar los problemas, y sobre todo que trabajen unidos para lograr avances en diálogos con otras regiones.

Históricamente, América Latina no ha sido capaz de unirse para trabajar de manera conjunta y sistemática, más allá del corto plazo. Tenemos mecanismos de diálogos creados que ni siquiera se convocan

Tenemos que reconocer que, históricamente, América Latina no ha sido capaz de unirse para trabajar de manera conjunta y sistemática, que vaya más allá del corto plazo. Tenemos mecanismos de diálogos creados que ni siquiera se convocan. No escuchan al otro. En años pasados, a pesar de las diferencias de modelos políticos y económicos, se mantenía un diálogo, hacían el esfuerzo de estar sentados en la misma mesa y escucharse. Ahora, en años recientes, los presidentes prefieren no asistir a las Cumbres, o sencillamente crean mecanismos de diálogo que excluyen a quienes no comparten su posición política. El caso de Prosur creado en el 2019.

Venezuela, sin duda, fue el factor que acabó con la integración, y diría también con los mecanismos de diálogo entre los países. Se acabó la OEA como foro de diálogo y concertación, la Celac, la Unasur; hoy seguimos con el mismo régimen venezolano, ya inclusive reconocido por casi toda la región, y en cambio la integración de América Latina no existe. El diálogo Celac-Unión Europea perdió la fuerza con la que se creó, y ni hablar de la Cumbre de las Américas, que era el sitio de diálogo con Estados Unidos y Canadá.

Ahora, con la llegada nuevamente de Lula a Brasil parecería que vuelve a activarse la integración en la región. Esperemos que no caigan de nuevo en los errores del pasado de ideologizar el diálogo. Esperemos que esto se logre.

Sin duda, América Latina ha esperado más de la Unión Europea que lo que siente haber recibido. Y la UE ha sentido que América Latina no ha progresado como se esperaba, ni se comporta con los valores democráticos que quisiera. Además, hay que reconocer que salvo por España y Portugal, el interés por la región es escaso.

A la Unión Europea le ha faltado una mirada de más largo plazo, sin enfocarse en las crisis puntuales de la región. Pero hay que avanzar, mantener el diálogo sin ideologizarlo, sino pensando en el crecimiento y lo que sería una América Latina en mejores condiciones. No olvidemos que somos 700 millones de personas, con un porcentaje de población joven muy alto, una gran riqueza natural y de recursos. Hay un camino importante que recorrer: no solo que la UE siga siendo el mayor inversionista directo, sino que lo sea con nuevos programas que se enfoquen en los problemas actuales, que apoye a la región para que salga de su atraso perenne.

Tenemos desafíos globales, como el rescate del multilateralismo; las dos regiones somos, sin duda, grandes defensoras del multilateralismo. El cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la energía verde, las nuevas fuentes de energía limpia, los crímenes trasnacionales del tráfico de drogas, la migración… son problemas en los que la respuesta debe ser global, no solo de unos pocos.

Es imperativo que la Unión Europea entienda que América Latina es diversa, que no se puede esperar que reaccione al unísono, que se deben entender los procesos más que las coyunturas. Es imperativo que entienda los retrocesos y, por qué no decirlo, las incoherencias en las que vive, sin que a cada situación que se presente  paralice la relación.

El anuncio reciente de la Unión Europea de reactivar la relación con la región es muy positivo y la Presidencia de España en el Consejo en el segundo semestre del 2023 es favorable para que esto se logre. Mi experiencia como Canciller de Colombia durante el proceso de paz me permite creer, porque lo viví, que  podemos trabajar de manera conjunta con la UE, logrando grandes beneficios.

Puedo parecer optimista en estos tiempos difíciles, pero creo que hay una oportunidad para que América Latina aporte a la solución de diversos problemas globales, en particular algunos esenciales para el futuro europeo. Por ejemplo, LATAM es una región rica en materias primas (litio, cobalto, cobre) indispensables para una transición energética sostenible, en adición a la inmensa capacidad de generación de energías renovables, la existencia de grandes zonas con potencial para desarrollos agrícolas necesarios para garantizar la seguridad alimentaria mundial o los bosques cruciales para la captura del CO2 en la lucha contra el calentamiento global. El potencializar esta riqueza es una oportunidad para hacerlo de la mano europea.

María Ángela Holguín
Exministra de Relaciones Exteriores de Colombia
Es politóloga, con especializaciones en Administración Pública e Instituciones Administrativas de la Universidad de los Andes y en Diplomacia y Estrategia en el Centro de Estudios Diplomáticos y Estratégicos (CEDS) en París. Fue embajadora y Representante Permanente de Colombia ante las Naciones Unidas y embajadora de Colombia en la República Bolivariana de Venezuela, viceministra de Relaciones Exteriores, secretaria general del Ministerio y primer secretario de la Embajada en París. También fue secretaria privada del Procurador General y representante del Banco de Desarrollo de América Latina- CAF en Argentina. En la actualidad forma parte del directorio de varias empresas.

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